miércoles, 16 de enero de 2013

La Ciudad Del Viento 1 Capítulo


¡¡Buenos días!!! lo prometido es deuda, aquí os dejo el primer capitulo de La Ciudad Del Viento. Es un "libro" por capítulos que iré subiendo al blog semanalmente. Lo mejor de todo es que es un "libro" abierto y podréis participar en todo momento mandando vuestras opiniones o sugerencias a mi correo electrónico. ¡¡ Espero que os guste !!

                                                                             Capítulo   1

Hace unos días que no vemos pasar ninguna patrulla por la zona, ni mas emisiones de radio de supuestos supervivientes. Apenas quedamos seis personas con vida y uno ni siquiera habla nuestro idioma. Creo que es polaco o rumano, nunca se me han dado bien los acentos. Son las siete de la tarde, la hora justa para salir a buscar provisiones y con suerte encontrar algo. Hoy vamos Carlos y yo a explorar una gasolinera a las afueras del pueblo, tenemos que tener mucho cuidado de no toparnos con soldados o guerrilleros. Me gusta salir a esta hora porque el sol da la luz necesaria para ver bien, y en una determinada posición también puede ocultarnos. Es un truco que nos enseño el alemán a las pocas semanas de que todo empezase. Yo sigo creyendo que es un exmilitar y, aunque nadie me cree, tengo la certeza de haberlo visto usando técnicas de supervivencias lejos del conocimiento de cualquier civil. Aunque puede que trabajase en el cuerpo de bomberos o en los guardabosques, no se, no tengo nada claro últimamente, demasiadas emociones supongo. 
-¿Estas listo?- Le pregunto a Carlos, un tipo moreno, ancho de hombros, un poco mas bajo que la media y muy serio. 
-No, pero tampoco lo voy a estar nunca. Mejor salgamos cuanto antes.

Cargamos las mochilas al hombro y salimos al exterior con todos los sentidos alerta. 
En la calle todo parece tranquilo, corremos entre los edificios parándonos cada poco tiempo para echar un vistazo general a nuestro alrededor. Hay muchos vehículos abandonados, algunos con las llaves puestas, pero no podemos arriesgarnos a que se percaten de nuestra presencia. Por ello tendremos que caminar unos catorce kilómetros para llegar a la gasolinera. Siento como palpitan todos mis músculos, estoy tan nervioso que un simple chasquido bastaría para que saliese por patas en busca de un lugar seguro. Si he sobrevivido todo este tiempo ha sido por la suerte de encontrarme con este grupo, no por mi valentía. Cuando todo pasó yo estaba en mi puesto de trabajo y lo primero que hice cuando estalló el pánico general, fue refugiarme dentro del archivo. Dos días después Laura me encontró y desde entonces nunca me he separado del grupo ni ellos me han pedido que los abandone. 
Cruzamos el puente que va a dar a las afuera de la ciudad, por el momento esta resultando un viaje tranquilo. A pesar de haberse desatado el Apocalipsis todavía se puede escuchar el canto de los pájaros. Carlos avanza a paso ligero, deteniéndose en seco ante cualquier ruido extraño. Para ser un ex cocinero parece controlar bastante bien de tácticas militares. Nos introducimos en el bosque para atajar camino, pero andar por medio de zarzas no es tarea fácil y al cabo de unos kilómetros volvemos al arcén de la carretera, con arañazos y el ánimo por los suelos. A pesar de todo, llegamos a la gasolinera sin problemas. La escena es igual de inquietante que en la ciudad, un par de coches abandonados de cualquier manera y el singular aspecto de abandono que corre todo en estos tiempos tan siniestros. El establecimiento mantiene todo casi en las mismas condiciones que antes de la tragedia, no lo habían saqueado todavía a pesar de estar tan cerca de la ciudad. 
-Busca el agua y algo de comida. Yo buscaré el botiquín y aseguraré el perímetro.- Me dijo Carlos sin levantar la vista de la habitación, no repliqué sus órdenes pues él era quien llevaba el arma y quien tendría el valor de usarla si llegara el caso. 
Nos separamos, el caminó en dirección al almacén, mientras que yo cogí una cesta y empecé a llenarla con botellas de agua y latas en conserva. También cogí algo de papel higiénico y algunas botellas de alcohol. 
Cuando ya casi había terminado, el ruido de un camión me alertó. Dejé la cesta en el suelo y me aproximé al escaparate con sumo cuidado. Era un camión del ejercito, no podía creer lo que veía. Del vehículo se bajaron cuatro soldados que tomaron posiciones en el exterior de la gasolinera. Cuando aseguraron el área empezaron a bajar personas del camión, algunos pertenecían a la guerrilla que llevaba desde el principio luchando contra los militares. Los colocaron a todos contra uno de los laterales de la gasolinera, no alcanzaba a ver lo que sucedía. Tras un breve silencio se escucho el tronar de las armas de fuego, ráfagas cortas pero al unísono. ¡Los estaban fusilando! Deje mi posición y corrí en busca de Carlos, teníamos que salir de allí cagando leches o correríamos la misma suerte. Busque en el almacén pero mi compañero no estaba, sentí una marea nerviosa recorrerme el cuerpo y me quedé bloqueado. Mientras en el exterior los tiros se sucedían cada poco tiempo. De pronto una mano me tapó la boca y otra me agarro por el cuello, dio un tirón fuerte y el extraño me introdujo por una puerta del almacén. 
-Tranquilo, soy Carlos.- Dijo mi compañero con voz serena y me soltó. 
-Mierda. ¿Has visto lo que esta pasando?- Le espeté llevado por los nervios. 
-Tranquilízate y baja el tono o estaremos muertos. Los militares están fusilando a presos guerrilleros, no es nuestra guerra. Tenemos que salir de aquí y cuanto antes mejor.- Dijo Carlos mientras buscaba algo con la mirada. 
- Mejor nos quedamos aquí y esperamos que se vallan.- Solté no muy convencido de tener que salir ahí fuera.
-Mala idea, cuando acaben con los guerrilleros entrarán en busca de provisiones, o mejor dicho alcohol y tabaco para ellos.
 Eso no me gusto nada, la idea de salir ahí fuera era mala. Pero la de quedarnos en ese almacén, a la espera de que un grupo de soldados sedientos de sangre nos encontrase, era peor. Solo tuve fuerzas para asentir de forma leve con la cabeza, el pánico tenia engarrotado el resto de mi cuerpo. 
-Bien, no está todo perdido. Saldremos por ahí.- Dijo Carlos mientras su dedo apuntaba a una rendija de ventilación. 
- Soy claustrofóbico, no puedo meterme en ese espacio tan reducido.- Comenté, al tiempo que mi rostro se iba poniendo cada vez más blanco y un temblor constante me invadía el cuerpo. 
Justo cuando la cosa no podía  ir peor, fuera se escuchó una explosión y ráfagas de las ametralladoras. Eso ya no era un fusilamiento, de repente era un combate. Carlos y yo nos miramos con cara de preocupación, cada vez nos quedaba menos tiempo.
-Vale, pero ve tu primero.- Dije y acto seguido mi compañero destapó el conducto y se introdujo en él sin problemas. Yo tenía claro que era una mala idea, pero no me quedaban mas opciones. En un impulso de valentía trepé por los muebles y me introduje en el conducto de ventilación, camino de la muerte o de la fortuna. Eso no lo sabría hasta pasado un rato, un largo y duro rato.  

Bueno esto ha sido todo por hoy. Aquí tenéis mi correo para lo que queráis : uquenferraz@gmail.com  

Mañana nos vemos, gracias por vuestra visita y ya sabéis...Sed malos ;)

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