martes, 4 de septiembre de 2012

Pequeño fragmento del libro "El Sello Del Drago"

 Seis razones para huir

El sudor recorrió su frente y se estrello en el ojo de cristal. Una esfera blanca de duro material elfico. Fue un presente por su valentía en la batalla y una medalla que lucia con orgullo. Sus ideales de joven mago casi le cuestan la vida, pero mereció la pena arriesgarlo todo por la independencia de Alesaedra. De eso, ya hacían muchos años, mas de los que podía recordar y no los suficientes como para abandonar las aventuras.     
Llevaba catorce días de viaje sin parar en ninguna posada ni comer caliente. Perdido, se intento orientar mirando un viejo mapa que siempre llevaba con el en sus expediciones. Según sus cálculos todavía le quedaban unos cuatro días para llegar a Branda. William empezaba a perder toda esperanza de llegar puntual a su cita, cosa que nunca le había pasado. Su cuerpo cubierto de cardenales y arañazos estaba al límite. Las piernas le gritaban basta y la mala alimentación solo cargaba más la mochila del desastre. Emprendió un viaje de la noche a la mañana sin decir nada a nadie en el colegio donde impartía clases. Sus descubrimientos le llevaron mas lejos de lo que hubiera imaginado. Todo comenzó como un pasatiempo que llenaba sus largas horas de soledad y lo que al principio parecía una ingenua referencia a seis reyes de la antigüedad. Fue tomando forma y resulto ser un gran descubrimiento para la historia de Cideras.
Al saltar un tronco derribado le fallaron las fuerzas y tropezó. Callo de bruces por una cuesta llena de maleza. El descenso duro un instante, la rodilla golpeo una roca y William permaneció unos valiosos minutos esperando que el dolor cesase. Se levanto y vio una luz en la distancia. “¿Branda?” pensó, era imposible, todavía le quedaban cuatro días de viaje para llegar. Pero en el mapa no aparecía ningún poblado. Decidió acercarse y comprobar si se trataba de la ciudad o un asentamiento militar. No resultaría extraño encontrar uno dado que el rey de Brure fue asesinado y su vástago clamaba venganza. Todos los imperios temían que no apareciera el culpable. Pues el príncipe era conocido por su fiereza y estupidez.
William cojeaba a causa del golpe en la rodilla. Se acerco a las luces tras una tortuosa carrera, por suerte esa zona del bosque había sido prácticamente talada y resulto más fácil desplazarse.
Llego a la periferia de una aldea que no figuraba en su mapa. Era pequeña, posiblemente sus habitantes leñadores. Pues la zona tenía una buena concentración de robles, que en el mercado se cotizaban a un buen precio.
William permaneció de pie un rato, perplejo y agotado. No tenia muy claro su siguiente movimiento. Tal vez pasar la noche en el calor de una chimenea y un buen plato caliente de sopa del lugar. Se lo estaba pensando cuando un rayo partió el cielo en dos, la luz y el ruido crearon una estampa  tétrica. Unas gotas frías impactaron sobre el rostro de William sacándole de sus divagaciones. Desde luego era una señal para guiarle hacia la decisión correcta.
Miro a ambos lados confuso por un repentino murmullo que lleno sus agudizados oídos. Un crujido de maleza y algunas ramas. Miro al bosque en busca de alguna sombra delatadora. Otro ligero crujido puso en alerta a William quien ya estaba en guardia. Un escalofrío recorrió su espalda como una caricia inesperada. Otro ruido esta vez más cercano. Un arbusto se zarandeo y de el surgió un ciervo que observo a William con obstinación. Dio un paso atrás y el escurridizo animal se adentro de nuevo en el bosque de un salto. El cielo se ilumino de nuevo pero esta vez con mas intensidad. El hombre seguía paralizado con la vista perdida en los árboles. No a causa del miedo pues William no solía ser un hombre temeroso. La imponente presencia del animal le devolvió a tiempos lejanos y permaneció un buen rato escrutando el pasado.
Una sombra se aproximo por detrás y le dio un buen susto cuando grito. -¿Hay alguien ay?- Era un hombre corpulento que sostenía una antorcha en la mano izquierda y lo que parecía un rastrillo en la derecha. - Le advierto que voy armado.- Dijo intentando iluminar a William quien alzo las manos con la intención de parecer inofensivo.
 - Disculpe no quería asustarle, vi una luz y me acerque.- Comentó William mientras se quitaba la capucha lentamente, dejando al descubierto una barba negra de dos semanas y su ojo de cristal, donde se reflejaba el fuego de la antorcha. - ¿Quién es? ¿Qué hace en estas tierras?- Pregunto el hombre con un ligero temblor en la voz. Era evidente que la apariencia del profesor le inspiraba temor.
-Solo soy un viajero perdido.- Dijo William mostrando la mejor de sus sonrisas de cordero.
-¿Viajero de donde? Por estos Lares solo hay bandidos y esclavistas.
-Vengo de Rétoras y me dirijo a Branda. Voy desarmado.- William mantuvo la compostura e intento no hacer movimientos bruscos. El hombre se acerco y comprobó que no llevaba ningún arma. Además la tunica negra y verde del profesor daba a entender un largo viaje pues estaba harapienta y llena de jirones. El hombre se mantuvo pensativo durante unos segundos asta que por fin hablo.
-Lo siento caballero, corren tiempos peligrosos y más por esta zona. Mi nombre es Shonfu. Por lo que veo es profesor en Narma. -Dijo mientras guardaba el rastrillo y estrechaba la mano de William.
-No se preocupe, he sido un poco insensato por acercarme de esta manera en plena noche. Pero llevo días sin comer caliente y necesito algunas provisiones. Mi nombre es William. ¿Conoce el colegio?
Los dos hombres recorrieron el corto camino hasta la aldea manteniendo una agradable charla. Desde luego Shonfu no era la fiera que aparentaba. El se encargaba de la parte administrativa del pueblo. Se mostró muy amable con el forastero e incluso se ofreció a llevar el macuto. Le contó que se encontraba en una vieja aldea de Cárcena, Roble era su nombre. No figuraba en el mapa de William porque era anterior a la época del poblado. Luego le hablo de su breve estancia en Narma cuando era joven, de cómo le expulsaron por incendiar medio colegio. Le comento lo difícil que se estaba poniendo todo con lo de la muerte del rey de Brure, las plagas y los extraños ataques que sufrían las granjas de Cárcena y Branda. Cuando llegaron la gente miraba con desconfianza, pero al ver al tesorero estrechar lazos con William fueron cambiando la expresión. Shonfu, resultaba ser una persona bastante apreciada en el lugar.
-Esta es la taberna del pueblo. Es bastante tarde pero algo le podrán ofrecer.- Dijo Shonfu ofreciéndole la mano.
-Muchas gracias, a sido muy amable, de verdad, y siento haberlo asustado.-Dijo William estrechándole  la mano.
-No ha sido una bienvenida muy calurosa la verdad. Pero hacia mucho tiempo que no teníamos a un forastero, y tal como están los caminos dudo que tengamos otro. Bueno le dejo en manos de Nell, no es muy simpático pero si un gran cocinero. Si tiene tiempo por la mañana me gustaría invitarle a tomar algo y hablar de Narma. Hace mucho tiempo que no me topo con nadie del lugar.
Shonfu desapareció calle abajo acompañado de una fina capa de lluvia. Esa noche estallaría una tormenta y ya se intuía su presencia. William entro en la taberna, se sentó en una mesa cercana a la chimenea y pidió algo de comer. Al terminar su cena pago una habitación solo por una noche. Intento entablar una conversación con Nell pero le resulto imposible. El tabernero era hombre de pocas palabras. Le dejo una lista de las provisiones que necesitaba y dio instrucciones de que le levantaran a primera hora de la mañana. Nell no puso objeción a eso, pues el madrugaba todos los días para preparar las cosas de la posada. Finalmente, se encerro en su cuarto dispuesto a disfrutar de una noche de sueño reparador.
El silencio se volvió espeso en la habitación, totalmente en penumbras. La tormenta acompañada de la luna creaba un juego de sombras a trabes de la ventana, como un macabro espectáculo de marionetas. Solo un ruido se podía percibir en el murmullo de la lluvia. Un sonido monótono, cansado, lleno de rabia. Una respiración al otro lado del cristal.
Un grito desgarrador sobresalto a William en plena noche. Lo que al principio pensó que era una pesadilla pronto cobro sentido.....

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